viernes, 19 de marzo de 2010

Con esta fuerza que queda...



A fortiori

En una gota de lluvia

Se encerró el alma henchida,

los suspiros de tumba

y el olor a cadáver.


Era la callada noche,

mientras las almas podían amarse,

cuando cesaron sueños,

ensordecieron almas

y valientes cayeron.


Fue cuando el suelo se hizo ceniza

y en los pies comenzaron las yagas,

fue cuando tu esencia

se hizo brebaje excitante del alma;

fueron los venenos

de tu perfume de gloria y de fuerza.

¡Fue la sangre sobre la tierra

que grita, suplica y llora!

que calla la boca

y que toma las armas.


Fue ella quien despertó al tigre.

El tigre que era ave,

La que cruzaba el cielo,

El ave al que le arrebataron el vuelo.

Las alas que conocieron cadenas,

el hierro fundido en balas.


Entonces,

ceso del cielo el viento,

los labios se salaron,

enmudeció la voz

Y el corazón grito: ¡BASTA!


Los oídos se cansaron

De buscar voces perdidas,

De enterrar historias

De escuchar las sombras.


Se cansaron los árboles

De ocultar errores,

De aprisionar al pasado,

De marchitar el alba.


Fue, tan solo entonces,

Que rugió como un volcán el bosque,

La naturaleza herida.


Fue, tan solo entonces,

Cuando el cuerpo de hembra

De un pueblo

Quiso dar a luz

La Paz, la Justicia

Y la Libertad. . .


Sobre las manos del océano

Se guardan los trinos,

Las plumas,

El recuerdo del dolor y la angustia.


Del horizonte

vuelve la esperanza exiliada.

Nace de su rostro el día

La moribunda fe nueva

Y un lozano respiro al gusto.


Ya continua el viento herido,

Su paso lento

se asemeja al olvido.

Esa sensación que se anida

En los pétalos del cosmos inexistente.


En memoria a Myrna Mack, muerta durante el conflicto armado de Guatemala.

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